Son tres la características que identifican el paisaje agrícola, un paisaje que no deja de ser un hecho cultural, resultado de la acción antrópica del hombre y de su comportamiento en busca de su subsistencia en un entorno rural.
Por un lado el marco físico donde se asienta, en una comarca con un relieve y unas condiciones climáticas tan distintas entre unas zonas y otras. En segundo lugar la estructura de la propiedad del territorio productivo que ha evolucionado con la propia sociedad, desde el neolítico, hasta la actualidad. Y en tercer lugar la complejidad y variedad de los numerosos tipos de cultivos y aprovechamientos forestales y ganaderos, que han ido evolucionando a lo largo del tiempo.