El paisaje no se mide exclusivamente desde el punto de vista medioambiental, es un producto social, la proyección cultural de una sociedad en un espacio determinado desde una dimensión material, espiritual y simbólica, por ello es fundamental que la población reconozca y se identifique con su propio paisaje.
Las personas somos un agente transformador del paisaje, los escenarios que vemos son resultado de nuestra acción y nuestras actividades en la historia, somos creadores y modificadores del paisaje.
Dice el paisajista Joan Nogué que el paisaje, es a la vez, una realidad física y la representación que culturalmente nos hacemos de ella; la fisionomía externa y visible de una determinada porción de la superficie terrestre y la percepción individual y social que genera. Un tangible geográfico y su interpretación intangible. Es al mismo tiempo, significante y significado, el continente y el contenido, la realidad y la ficción.
Según el Convenio Europeo del Paisaje, aprobado por el Consejo de Europa en Florencia en el año 2000, se entenderá por Paisaje cualquier parte del territorio tal como la percibe la población, cuyo carácter sea el resultado de la acción y la interacción de factores naturales y/o humanos.